martes, 15 de noviembre de 2011

¿Qué son los vicios?

Hay diferentes maneras de definir qué es el vicio.
En primer lugar, la palabra vicio, proviene del latín “vitium”,que lo define como una "excesiva afición a algo, especialmente si es perjudicial", como una "mala costumbre, el hábito de obrar mal" y como una "cosa a la que es fácil aficionarse", por supuesto, el significado social que se le ha dado a la palabra vicio se ha ido ampliando para incluir muchas otras acepciones; como la mala condi­ción del alma de las personas para inclinarse a abusar de determinadas cosas; es el acto de ejecutar una acción, frecuentemente o en demasía, es la afición por determinadas costumbres, que incitan a excederse en el goce de los deleites, es el gusto o la manía, que provoca excesivo apego hacia las cosas que perjudican a la salud, es la libertad ilimitada, para adoptar las tendenciosas o malas costumbres, es la tendencia que incita a procurar cualquier perjuicio en contra de nuestros semejantes, es el acto de consumar alguna acción con perversidad; es el estado inconsciente que convierte al hombre en un ente despreciable; es también la degeneración producida por el uso excesivo del alcohol, de los juegos de azar y de las drogas enervantes.
El vicio es un mal que debemos combatir en nosotros mismos y en los demás. Por lo tanto, y en consecuencia, es muy justo conocer en detalle, cuáles son esos sentimientos que emanan de nuestra conciencia, para procurar huir de las malas tentaciones, de las perversas costumbres, y de los hábitos que pervierten todo instinto de moralidad en el hombre para poder apartarse del camino; que de una manera directa, conduce a la humanidad hacia los vicios.
Por lo que respecta a la definición Masónica, de lo que es el vicio, se refiere precisamente al acto de contentar nuestras insanas pasiones; es el hábito que pervierte a los instintos humanos, cuando viene la desesperación si no se satisfacen; así como la perversión de la sana moral y de las buenas costumbres sociales.
Consecuentemente, debemos tomar en consideración, que una de nues­tras principales misiones ante los ojos de la Humanidad entera, consiste en combatir en forma práctica y radical, a todos los vicios, cualquiera que sea su origen, o las causas que concurran en el ánimo de quienes los hayan adquirido; o bien, en atención a las circunstancias en que el hombre se haya visto obligado a contraer tales hábitos, tomando en cuenta que, son también perjudiciales para la salud de la propia fami­lia y por lo mismo, los son igualmente para la colectividad humana.
Sabemos que las causas primordiales que conducen al hom­bre, hasta adquirir el hábito de los vicios, lo son por lo regular, la igno­rancia, la ausencia de la voluntad propia, la debilidad de carácter y la falta de preparación intelectual. Pudiera decirse que el vicio, cualquiera que sea su inclinación o la tendencia que lo origina, constituye también una peligrosa enfermedad física, un defecto moral, y una afección espiritual, para quienes se dejan arrastrar por la influencia de las bajas pasiones; en cuyo caso, todos sus actos, sus acciones o sus obras, constituirán una cadena interminable de errores morales y materiales, tomando en conside­ración, que el gobierno que se ejerce sobre si mismo, y dirigido por la propia voluntad, se considera como una virtud, muy difícil de llevar a la práctica.
Siempre que se empleen todos los principios, basados en los más puros razonamientos, y bajo la convicción de una conciencia sana, se considera como una serie de hechos que demandan un bien definido, el sacrificio de la voluntad, del esfuerzo físico e intelectual del individuo; razón por la cual, hemos llegado al convenci­miento de que, el esclavo de sus propios instintos, en el orden moral, lo es también de su cuerpo, en el sentido material, tomando en consi­deración que, quien desciende hasta tan bajo nivel moral, jamás tendrá la satisfacción de anteponer su voluntad, para lograr una justa coor­dinación de sus ideas, una adecuada aplicación a sus acciones o una fiel ejecución para sus obras; puesto que para ello se necesita atender a los dictados que su conciencia le determina, dentro del buen orden de cosas.
Pero no podemos olvidar, que si llegamos a adquirir el hon­roso titulo de masón, sin lograr desprendemos de nuestra envol­tura material simbólica, y continuamos conservando y sosteniendo los vicios propios de la vida profana, o seguimos aceptando todas las debilidades propias de un hombre no preparado; en esas condiciones, el individuo sólo llegará a demostrar, dentro de sus activi­dades masónicas, que es un profano disfrazado con la augusta investidura del iniciado, lo cual vendría a agravar su situa­ción, porque se convertiría en uno de tantos obstáculos que impiden la propagación de los ideales, de las máximas y de los principios contenidos dentro de la filosofía, de las ciencias y de la ética masónica.
Por otra parte, vicio es también lo opuesto a la virtud y filosóficamente, la masonería considera que cada uno de nosotros es un ser imperfecto; el hombre en su imperfección y utilizando las herramientas del libre albedrío, tiene la alternativa de elegir entre el bien y el mal, entre virtudes y vicios. Nosotros como masones, pulimos nuestra piedra bruta, nuestra piedra natural, nuestra personalidad con el estudio de la simbología masónica en una disciplina hermética y ritualista con la finalidad de acercarnos a la verdad, con la finalidad de tender al perfeccionamiento humano dentro de nosotros mismos e irradiándolo y aplicándolo al mundo externo y cotidiano.
En el aspecto individual, se considera que la condición masónica se adquiere cuando el que aspira a serlo se halla dispuesto a seguir la senda de la virtud y la verdad, tiene la mente exenta de errores y prejuicios y la conciencia tranquila; no puede ser esclavo de vicios y pasiones.
Justamente el hombre que ingresa a la masonería, llega a ella procedente de una sociedad en la cual reinan la envidia, el fanatismo, la discordia, el egoísmo, la vanidad, la injusticia y otras pasiones que lo degradan y lo esclavizan, como aquella soga que el iniciado lleva al cuello y que simbo­liza los vicios y las pasiones del mundo profano, a los que le consideramos amarrado, y a los que ha de combatir, tenaz y denodadamente, desde el momento que se llame masón. 
Finalmente, considero propicio recordar a todos, tener siempre presente uno de los tantos conceptos que dice, la masonería es una organización iniciática, esotérica, filantrópica, de carácter universal, conformada por hombres libres y de buenas costumbres, que practican un sistema de moralidad perfectamente definido, enalteciendo la práctica de las virtudes para lograr una transformación próspera de su personalidad, alejándose progresivamente de los Vicios que destruyen al hombre.

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